La perspectiva del tiempo nos hace ver que en
la vida existen muchas escalas de tiempo y que, como le sucedía a Don Quijote,
no siempre es tan evidente diferenciar a los molinos de los gigantes.
Hace 17 años que comencé a escribir en este
suplemento de economía. El primer artículo se titulaba “Actuaciones para
potenciar el espíritu emprendedor”. Trataba sobre como potenciar la
personalidad emprendedora.
Decía que “es aquella persona que tiene una
personalidad proactiva y orientada a la acción y al riesgo, que es creativa,
que se compromete con sus decisiones e innova dando soluciones”.
Este artículo era el primero de otros tres
que versaban sobre las actuaciones a realizar en el entorno familiar en la
infancia; en la educación y actividades en la infancia, adolescencia y juventud;
así como en la carrera profesional.
Pasado este tiempo, sigo reflexionando sobre
el asunto. Hace apenas un mes comencé un blog llamado “Emprender para
muchachos” que me obliga a seguir desarrollando esta temática de la
personalidad emprendedora.
Diferencio tres grandes áreas: competencias,
emociones y cultura emprendedoras. Particularmente importante me parecen las
emociones emprendedoras. Así, el espíritu de aventura, la curiosidad, la
ilusión y la gestión del miedo.
Hace una semana, documentando el antiguo “Camino
de los Escolapios” de Barbastro visité “La Isleta” donde el Grupo Scout
Calasanz hacíamos acampadas. Habíamos hecho unas construcciones que estaban
desoladas y plantado unos pinos todavía vivos.
La primera emoción que vino fue la de
frustración al ver que todo aquel trabajo realizado hace 30 años se había
venido abajo y la naturaleza había emboscado el entorno de acampada.
Aunque al ver que muchos pinos que habíamos
plantado seguían vivos revino un brote de ilusión, pero la corriente emotiva de
la frustración podía más que el flujo de la esperanza. Frustración e ilusión
batiéndose. A todos nos suena.
Algo muy normal en nuestras experiencias
cotidianas. Habitualmente, la ilusión sube como la espuma y luego baja de
repente, mientras que la frustración parece que se adhiere a las paredes como
una gelatina permaneciendo inalterable.
Creo que uno de los padres de la psicología,
Skinner, decía que saber superar la frustración era una de las competencias más
importantes que deberían enseñarse desde muy pequeños en los colegios.
Por ello, también es una competencia a
desarrollar para potenciar la personalidad emprendedora desde la infancia dada
la capacidad inmovilizadora que tiene la frustración.
Volviendo con “La Isleta” conseguí una foto
de cuando se encontraba viva. Es un día de misa de una acampada del Grupo Scout
Calasanz de Barbastro. De nuevo rebrota la ilusión.
Toda la ilusión compartida creada en el
entorno al ver esta foto reviene. De pronto entiendes que sí ha servido para
algo, que el proceso de abandono no tiene nada que ver con las emociones que
uno tenga.
Ahora al ver las dos fotos, la actual del
entorno desolado y la de hace 30 años como marco de una ilusión compartida, se
ha desvanecido la emoción de frustración. Por así decirlo, le hemos quitado
hierro al asunto.
Así, quedarnos con el lado positivo de las
situaciones es una estrategia para superar la frustración. Si nos acostumbramos
a ver lo negativo de las cosas, siempre tendremos motivos. Es el ojo el que
recrea la realidad.
Aún en el caso que estemos cargados de
razones para “frustrarnos”, es necesario que establezcamos una estrategia para
salir de esa situación que impida nos inmovilice y se haga crónica.
Cuanto más tiempo estemos en esta situación,
nos ocurrirá como le sucede a las ruedas de un coche en el barro, que más
profunda se hace la huella haciendo más difícil salir del sitio.
Si nos encontramos en esta situación, lo
ideal sería esperar a que se secase el barro y volver a circular. La próxima
vez que nos suceda, deberíamos aprender a desviar la trayectoria para no
encallarnos.
Como no es posible esperar tanto, nos bajamos
del coche (objetivamos la situación), colocamos una ramas debajo de la rueda
(nos centramos en la solución), ponemos una marcha corta y damos gas poco a
poco.