miércoles, 23 de octubre de 2013

Miedo Real

Cuando hace 800 años el rey de Aragón Pedro II dijo “Aquí está el rey” en mitad de un batalla abierta en Muret (Francia), no tuvo miedo a sus consecuencias. Al ver que mataban al que llevaba su coraza, en vez  de esconderse decidió evidenciarse.
Los aragoneses habían fallado en su estrategia de sitiar la ciudad, dado que su fuerte desde la toma de Zaragoza en diciembre de 1118 era la artillería, y se enfrentaban a cielo abierto. El resultado fue fatal con más de 15.000 bajas entre ellas las del rey.
Entre estas defunciones están las de muchos caballeros que habían acompañado al rey en sus campañas, entre ellos Sancho de Antillón, cuyo sarcófago podemos ver en el exterior de la iglesia al no poder ser enterrados en tierra santa por ser excomulgados.
En el fulgor de una batalla como la comentada no se tiene miedo, al estar muy ocupado en defenderse y atacar. La adrenalina nos prepara para aguantar un esfuerzo y dolor que en otra situación no podríamos soportar.
Es casos como el de una batalla, donde se supone que hay lugar para el miedo real, no lo suele haber al estar ocupados. Sí lo hay antes de la batalla, cuando surgen las preocupaciones. De aquí la importancia de la preparación psicológica previa.
En el mundo actual, donde ya no nos enfrentamos a situaciones de muerte evidente como ha ocurrido en otras épocas, somos caldo de cultivo de los miedos psicológicos, que como no tienen fundamento real son más difíciles de acallar.
Toco este tema del miedo, porque es una de las emociones que impiden al desarrollo de la actividad emprendedora, al avanzar un miedo a que sucedan cosas que pueden impedir el éxito del proyecto.
Pero deberíamos aclarar que no se trata de un miedo real, aunque lo identifiquemos emocionalmente como tal. Si no, como ya se ha dicho, un miedo psicológico intangible que nos paraliza.
Sin embargo, lo experimentamos como tal al no estar acostumbrados a vivir situaciones de riesgo donde tenemos que tomar decisiones bajo presión para resolver los conflictos que se presentan.
Creo que es positivo entrenarse desde la infancia a saber solucionar problemas tangibles en un entorno de riesgo controlado, para en el futuro no dejarse atemorizar por miedos que no son tales.
Las personas que realizan actividades de aventura no suelen tener miedo cuando se encuentran ante problemas de derrumbamientos, caídas, estados de agotamiento, situaciones de enrocarse o perderse en zonas boscosas nevadas, entre otras situaciones.
Cuando ocurren estas situaciones se centran en buscar una solución a la problemática concreta en vez de preocuparse por las causas que han llevado a la situación o por las consecuencias que puede conllevar.
De esta forma estamos creando un marco artificial de control de la situación que hace que no dejemos actuar a las emociones que pueden perjudicarnos en la planificación y desarrollo de las acciones necesarias.
Se valoran las distintas estrategias que pueden ayudar a la resolución calculando el riesgo de cada una de ellas, hasta que se asume aceptarlo concretando la exposición máxima necesaria.
Seguimos con el marco de control. Damos por supuesto que hay soluciones y estamos eligiendo una. Este paradigma de pensamiento positivo ayuda a que fluyan las posibles alternativas.
Se lleva a término la acción de la estrategia elegida. De nuevo el marco de control. Nos centramos en realizar una actividad, en vez de preocuparnos por las causas y consecuencias.
Cuando ya hemos finalizado las acciones planificadas, evaluamos el resultado sucedido. Si es el adecuado para la solución, seguimos con la estrategia, si no tendremos que volver a buscar otra alternativa.
Puede parecer que esto parece muy bien teóricamente, pero con algunas diferencias de enfoque personales y, tal vez, de forma más inconsciente es lo que suelen hacer las personas que están acostumbradas a desenvolverse en entornos de riesgo.
Muchas veces, cuando se ha salido del embrollo, se jura no volver a intentarlo. Sin embargo, la adrenalina y sensación de control que se va adquiriendo hace que este pensamiento negativo dure muy poco.

Se acaba manteniendo la célebre frase de Ernest Shackleton: “Never for me the lowered banner, never the last endeavour”. En español: “Nunca para mí la bandera bajada, nunca el último esfuerzo”.

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